Estacion

I ESTACIÓN

Jesús es condenado a muerte

Te adoramos Cristo y te bendecimos, pues por tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mí, pecador.

Del Evangelio según San Lucas:

Pilato les habló de nuevo, porque quería liberar a Jesús, pero ellos gritaban: «¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!». Entonces Pilato decidió acceder a su petición: les dejó en libertad al que pedían, que estaba en la cárcel por disturbio y homicidio, y les entregó a Jesús para que hicieran con él lo que quisieran  (Lc. 23,20-21.24-25).

Meditación extraída y adaptada del libro Como quieras tú de Francisco Fernández Carvajal

No debemos olvidar nunca que «nuestros pecados alcanzan a Cristo mismo». Por ellos, Jesús fue considerado como un malhechor, como el peor y el más despreciable de los hombres. Esta consideración nos ayudará, en primer lugar, a alejarnos de toda ocasión próxima de pecar. «Es duro leer, en los Santos Evangelios, la pregunta de Pilato: “¿A quién quieren que suelte, a Barrabás o a Jesús, que se llama Cristo?”. –Es más penoso oír la respuesta: “¡A Barrabás!”.» Y más terrible todavía darme cuenta de que ¡muchas veces!, al apartarme del camino, he dicho también “¡a Barrabás!”, y he añadido “¿a Cristo?… ¡Crucifícalo!”». ¡Esa es también la realidad! Ahora queremos decirle, desde el fondo de nuestra alma: ¡Queremos que reine Cristo! En primer lugar, en nuestro corazón. ¡Así se lo decimos desde lo más íntimo de nuestro ser! Este deseo debe manifestarse también en la preocupación santa de acercar a muchos a Dios. Es la mayor alegría, el bien más grande que podemos llevarles.

Oración:

Señor, has sido condenado a muerte, y muchas veces nosotros también te hemos condenado, con nuestras acciones, equivocaciones, negaciones... Hoy te pedimos que una vez más nos perdones y nos permitas hacerte reinar en nuestros corazones, que podamos hacerte el lugar que mereces en nuestras vidas. Danos de tu gracia y permítenos que crezca ese deseo de llevarte en nosotros, para poder así, llevarte a los demás.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria.