IV ESTACIÓN
Jesús se encuentra con su madre
Te adoramos Cristo y te bendecimos, pues por tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mí, pecador.
Del Evangelio según San Juan:
«Cuando se acabó el vino, la madre de Jesús le dijo: «Ya no tienen vino». Pero Jesús le contestó: «Mujer, ¿qué tiene que ver eso con nosotros? Todavía no ha llegado mi hora». Pero su madre dijo a los que servían: «¡Hagan lo que él les diga!» (Jn. 2,3-5).
Meditación extraída y adaptada del libro Como quieras tú de Francisco Fernández Carvajal
María contempla la soledad de su Hijo. Casi todos le han abandonado. ¡Cómo le dolería la huida de los que hasta ese momento habían seguido a Jesús! Como ahora, cuando contempla a los hombres que se alejan de la Cruz donde se alcanza el triunfo sobre el pecado. Nosotros queremos compartir esos sentimientos de María. «¡Cuánto nos duele –son palabras del Papa Juan Pablo II– que muchos participen tan fríamente en la obra de la redención de Cristo!». A veces, muchos cristianos dan la impresión de que la obra redentora de la Cruz no fuera con ellos. ¡Si pudiéramos consolar a Jesús en su soledad con nuestra fidelidad de cada día! Le pedimos a su Madre que en medio de nuestra vida ordinaria se complete en nosotros, aunque sea de un modo tan insuficiente, lo que falta a las tribulaciones de Cristo. Nuestro dolor ofrecido, nuestras penas y fatigas, sirven para acompañar a Cristo en su camino hasta la cruz.
Oración:
María, Madre de Dios y Madre nuestra, cuánto anhelamos que nuestra fidelidad a Jesús sea como la tuya.
Te pedimos que nos enseñes a ser fieles como vos en la Cruz. Que podamos darle un sí sin medida como el tuyo, y que podamos caminar junto a Él aún en la dificultad y dolor.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.