III ESTACIÓN
Jesús cae bajo el peso de la cruz
Te adoramos Cristo y te bendecimos, pues por tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mí, pecador.
Del Profeta Isaías:
«Él cargaba y soportaba nuestros dolores; nosotros lo consideramos un castigado por Dios, golpeado y humillado. Pero él fue traspasado por nuestras rebeliones y quebrantado por nuestros crímenes (Is. 53,4-5)
Meditación extraída y adaptada del libro Como quieras tú de Francisco Fernández Carvajal
La voz de Isaías nos describe a Cristo desfigurado por el dolor: no hay hermosura que atraiga las miradas, no hay en Él belleza que agrade. Despreciado y desechado de los hombres, varón de dolores, conocedor de todos los quebrantos, ante quien se vuelve el rostro, menospreciado, estimado en nada. Pero fue Él, ciertamente, quien tomó sobre sí nuestras enfermedades y cargó con nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por castigado, herido de Dios y humillado. Más Él fue traspasado por nuestras iniquidades, y molido por nuestros pecados. El castigo salvador recayó sobre Él y en sus llagas hemos sido curados. El más hermoso de los hijos de los hombres perdió su belleza, quedó sin parecer ni hermosura, hecho un gusano, para que nosotros pudiéramos resplandecer con la gracia que Él nos ganó, para que más tarde la Iglesia apareciese gloriosa ante Él, sin mancha ni arruga ni cosa parecida, sino santa e inmaculada.
Oración:
Jesús, el peso de la cruz te ha hecho caer. Pero tu caída no es un signo de debilidad, sino que es un rescate de amor por nosotros, para que pudiéramos, con Tu gracia, levantarnos del pecado. Señor, ayúdanos porque hemos caído, ayúdanos para que podamos renunciar a todo aquello que nos aleja de Tu amor.
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.