XII ESTACIÓN
Jesús muere en la cruz
Te adoramos Cristo y te bendecimos, pues por tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mí, pecador.
Del Evangelio según San Lucas:
Era casi mediodía y se oscureció toda la tierra hasta media tarde, porque el sol había dejado de brillar. La cortina del Templo se rasgó por la mitad. Y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: «¡Padre, en tus manos entrego mi espíritu!». Y, después de decir esto, expiró (Lc. 23, 44-46).
Meditación extraída y adaptada del libro Como quieras tú de Francisco Fernández Carvajal
Jesús en la cruz «amaba más de lo que padecía… Y después de muerto, consintió que una lanza abriera otra llaga, para que tú y yo encontrásemos refugio junto a su Corazón amabilísimo». «Allí aprenderás a guardar tus sentidos, tendrás vida interior, y ofrecerás al Padre de continuo los dolores del Señor y los de María, para pagar por tus deudas y por todas las deudas de los hombres». Jesús nos lo ha dado todo, hasta la última gota de su sangre. No olvidemos nosotros que «las cosas grandes no se pagan con moneda pequeña». Las cosas verdaderamente grandes solo pueden pagarse con amor, ese amor que precisamente hace grande lo pequeño: un mayor recogimiento interior, el agradecimiento frecuente al Señor por lo que quiso sufrir por nosotros, una lectura más cuidada del santo evangelio buscando conocer mejor la Humanidad Santísima de Jesús, un mirar con más amor el crucifijo…
Oración:
Señor, tu muerte nos duele y entristece. Pero con ella descubrimos el gran amor que nos tenés. Te pedimos que nos des la gracia de creer en ti y seguirte en el momento de la necesidad y de las tinieblas. Por favor, vuelve, Señor…
Padre Nuestro, Ave María y Gloria.